lunes, 12 de mayo de 2008

MURAKAMI, VUITTON, MARCUSE.

Murakami, Vuitton, Marcuse.

Hola a todos.

Estaba pensando por dónde empezar este texto que gira, como casi siempre, en torno a la relación entre arte y mercado, o entre arte y mercancía, o entre arte y capitalismo. Y creo que la mejor forma es transcribir algunas cosas que he leído últimamente en el orden en que las leí. Lo primero es una nota breve de Eduardo Villar en su columna pistas del suple Ñ del sábado 12 de abril de 2008. Se titula “La utopía del arte. EL MUNDO NUEVO DE MURAKAMI” y dice así:

“Muchos creen que es el Andy Warhol japonés, el artista que reinventó el pop y desdibujó el límite entre arte y negocio. Otros, que es un sinvergüenza alevoso. Y otros, que es las dos cosas a la vez. Inmune a esas discusiones, Takeshi Murakami disfruta su momento en la cresta de la ola. Inauguró en el Brooklyn Museum de Nueva York una retrospectiva con el provocativo nombre “©Murakami” y desató la polémica como semanas antes lo había hecho en Los Ángeles: el centro de su muestra es una serie de carteras que diseñó para la marca que le gusta a la presidenta Cristina Fernández: Louis Vuitton. Las carteras se venden allí mismo, en el museo, a precios que llegan a 6.000 dólares. Él dice, sin sonrojarse: “La tienda no es parte de la exposición, es el corazón de la exposición. En ella converge el concepto de readymade. El proyecto Louis Vuitton abre las puertas de un mundo nuevo”. ¿No es genial?


Empezando por el final, no entiendo cómo converge el concepto de readymade con las carteras que Murakami diseñó para L. V. Tal vez yo haya entendido mal pero si no me equivoco algo fundamental en el readymade es la “desfuncionalización” del objeto, los readymade no “sirven”, ejemplo claro, el mingitorio no puede ser usado como tal. Y la segunda condición es su “neutralidad” estética. Creo que es evidente que ninguna de estas dos condiciones se cumple en las costosas carteritas de Murakami-Vuitton. Y ¿Cuál es el mundo nuevo que abre el proyecto Vuitton? A mi me parece el mismo mundo de la mercancía, de la lógica del espectáculo y el consumo de siempre. Bueno, no creo que valga la pena explayarse más sobre este tema, la nota ya es bastante explícita, pero me interesa relacionarla con un fragmento del libro “La estética del siglo XX” de Mario Perniola donde en las páginas 52 a 55, hablando de Herbert Marcuse, dice:


“ (…) Marcuse, cuya filosofía obtiene su inspiración (…) de Marx y Freud. Estos dos son, efectivamente los autores cuya influencia ha significado un giro decisivo en la filosofía de la vida, haciéndola pasar de la metafísica a la política. Para Marx parece, de hecho, que lo contrario de la vida no es la muerte, ni lo inanimado, ni lo mecánico, sino la mercancía, ese “enigma”, ese “jeroglífico social”, esa “cosa sensiblemente suprasensible” que constituye una especie de doble falsificación., de envoltorio material del trabajo vivo o, mejor dicho, ese “fetiche” que aúna en sí los caracteres opuestos de abstracción y corporeidad. Análogamente, para Freud parece que lo contrario de la vida no es la muerte, ni lo inanimado, ni lo mecánico sino la realidad. Ha sido él quien ha sacado a la luz el antagonismo existente entre las pulsiones vitales, ancladas en un sistema inconsciente, esencialmente orientado hacia la satisfacción del placer, y las restricciones que a tales pulsiones impone la civilización, la cuál reprime todo lo que no está de acuerdo con lo externo. Partiendo de tales premisas, es posible llegar a ver en la vida la fuerza revolucionaria que combate contra la realidad del capitalismo y contra la opresión de las pulsiones sexuales: uniendo la lucha contra la sociedad burguesa a aquella contra la represión sexual, llegamos así a una especie de vitalismo, que considera la liberación de la energía biopsíquica como condición de la salud y la felicidad.
Ante tales simplificaciones, para las que la relación entre la vida y la experiencia estética parece totalmente olvidada, la estrategia teórica de Marcuse resulta mucho más articulada y refinada. Él, sobre todo, rompe el vínculo entre principio de realidad y capitalismo. La pretensión de la sociedad burguesa de presentarse como la única realidad, confinando al sueño, a la imaginación, y a la utopía toda manifestación más directa e inmediata de las pulsiones vitales, se revela como un movimiento completamente arbitrario e ilegítimo: tal pretensión se funda en una “represión adicional”, esto es, un plus de represión que no deriva de las necesidades de la lucha por la existencia, sino de la organización social capitalista.
(…) Marcuse redescubre aquí el significado originario de la palabra “estética”, entendida como conocimiento sensible, y considera el placer que acompaña el ejercicio de los sentidos como parte esencial de la experiencia estética; no obstante, distingue la “sensualidad” de la “sexualidad”, y propugna la transformación de esta última en Eros, es decir, auspicia un proceso de sublimación no represora, a través de la cual, la pulsión sexual, desplazada hacia una meta no sexual, auspicia la constitución de actividades y relaciones sociales duraderas, adecuadas para intensificar y ampliar la satisfacción individual.
La fuerza de la teoría de Marcuse radica en haber mostrado la posibilidad real de una vida posibilidad real de una vida astrado la posibilidad real de una vida aalternativa respecto al mundo mercantilista y a la sociealternativa respecto al mundo mercantilista y a la sociedad represora.
(…) En el libro La dimensión estética, Marcuse confirma el significado político de la experiencia estética: consiste en que ella nos introduce en un modo de sentir y de pensar alternativos respecto a una cotidianidad sometida por el dinero y el poder burocrático.


Bueno, hasta aquí Perniola. Espero que no les haya resultado muy extenso; me pareció necesario reproducir todo este fragmento aunque lo que realmente me importa está en los últimos cinco renglones, de donde se desprende la idea de que la experiencia estética es “lo otro del capitalismo”, una forma de experimentar el mundo completamente diferente de esta mediocre, adocenada y manipulada manera de ver y percibir nuestro entorno a la que nos tienen acostumbrados…pero claro está que el capitalismo jamás estimulara esa forma de ver. El problema, creo, es la decisión que tomamos nosotros como artistas frente a esta cuestión, qué pensamos acerca de lo que hacemos. ¿Consideramos a estos objetos que producimos algo más que mercancía? Está claro que Murakami –y unos cuantos más- ya se contestaron esa pregunta. Ustedes, los que son artistas ¿Ya lo hicieron? ¿Se preguntaron si esos objetos que producimos son como cualquier otro objeto o tienen algunas características que los convierten en diferentes? Yo siempre me hago la siguiente pregunta ¿Tendríamos arte si fuésemos inmortales? Estoy casi, casi seguro de que no. El arte –como la filosofía- , creo yo, está directamente ligado a nuestra condición mortal. Arte y filosofía, justamente las dos cosas que menos le interesan al capitalismo. -Porque, claro está, podemos decir que el arte nunca le ha interesado tanto al sistema como en nuestra época, pero supongo que no hace falta aclarar ¿o sí? que sólo le interesa porque lo ha convertido en un negocio hiperrmillonario, sobre todo en los llamados “países centrales”-, Si alguno sospecha que detrás de este planteo mío se oculta alguna idea metafísica, aclaro que no es así. No creo que el arte sea algo diferente porque esté ligado a alguna realidad suprasensible…creo, por el contrario que es diferente porque está ligado a cosas muy concretas, muy reales, a cosas vitales, a la vida, a la muerte, al erotismo. Duchamp decía que las únicas cosas serias eran la muerte y el erotismo. Sabemos bien que el capitalismo niega la muerte, por omisión, o por exceso, pero siempre la niega, y el erotismo…bueno el erotismo está explotado hasta el hartazgo, hasta que no queda nada de erotismo en eso que al final, es pura mercancía. Por eso suena interesante esa idea de Marcuse; la experiencia estética como herramienta política, como forma de ver el mundo de otra manera, como manera de ver ese mundo que siempre está allí, velado, obturado, disfrazado de simple mercancía por la lógica omnipresente del capitalismo globalizado.

Esta vez el Pato Lucas se puso serio, pero la próxima se calza los guantes para pegarle al crítico de turno…Ah! Claro, son impacientes, quieren saber de quién se trata…bueno, les doy algunas pistas, es un crítico joven…no, en realidad no es tan joven, lo que pasa es que no ha crecido mucho. Esta es buena: ha logrado trepar, quién sabe cómo, a las columnas de arte del diario que más se lee en barrio norte, -y en los barrios cerrados de Pilar también che-.


Hasta la próxima.
El Pato Lucas.

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