martes, 15 de julio de 2008

GENERACIÓN POST - ALFA O EL IMPERIO DE LOS PELUCHES


Hola a todos.

Quiero recomendarles un libro que estoy leyendo. Voy a transcribir algunos fragmentos y a comentarlos porque, a mi juicio, tienen relación con varios temas de mis envíos anteriores. Seguramente estarán pensando que en realidad siempre escribo sobre las mismas cosas…y sí, es verdad, siempre escribo sobre las mismas cosas. Los textos que voy a transcribir funcionan a mi entender como un principio de explicación de gran parte de la producción del arte contemporáneo, por ejemplo ese que comentaba con entusiasmo el crítico Julio Sánchez en su nota “Mirar sin prejuicios” (adn cultura la nación del sábado 10 de mayo de 2008) y también como fuerte y fundamentada crítica de las apologías ingenuas de la utopía tecnológica, como la del crítico Daniel Molina en su nota “Retrato de un mundo nuevo” (adn cultura la nación , sábado 29 de marzo de 2008) , ambas notas comentadas por mí en envíos anteriores, envíos que provocaron la respuesta un tanto airada de la crítica Elba Pérez, a quién, para ser justos, debo decir que respeto bastante más que a los otros mencionados.
El libro en cuestión se titula:

“GENERACIÓN POST-ALFA. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo”.
De Franco Berardi Bifo.
Editorial: tinta limón.
(Con el apoyo del programa “Arte y Pensamiento” de la Universidad Internacional de Andalucía)

Hechas las presentaciones, transcribo un fragmento de la página 160, del capítulo 5, titulado “Infósfera”:

(…) Un pool de corporaciones trata de monopolizar la infósfera entera y, en consecuencia, los flujos de la producción de la imaginación humana. Este proceso, en efecto, está ya en una fase bastante avanzada. La producción industrial de contenidos para la televisión, el cine, la radio, Internet, la edición en papel, la emisión de flujos ininterrumpidos y masivos de publicidad han producido ya un efecto de homologación heterodirecta de la actividad mental de la humanidad.
La disneyficación del imaginario colectivo lleva ya más de cincuenta años y los efectos son bien visibles en la progresiva pérdida de capacidad imaginativa por parte de las últimas generaciones, en el conformismo creciente de los consumos, los estilos de vida y las expectativas sobre el mundo.
La Disney Corporation ha conseguido un efecto de uniformización de la sensibilidad y del imaginario mundial mucho mayor del que lograron hacer en épocas pasadas la Iglesia Católica o el Islam.(…)


Bueno, no sabemos si el viejo Walt está congelado o no; lo que sí está claro es que el monstruo que creó ha puesto nuestros cerebros en el freezer. Me pregunto ¿Tendrá esto que ver con el tan mentado” estilo internacional”? ¿Tendrá algo que ver con la “uniformización” del arte contemporáneo? ¿Tendrá que ver con el hecho de que generaciones enteras de artistas contemporáneos, adolescentes eternos, no puedan despegarse de sus peluches o del manga? Tendrá esto que ver, por último con el hecho – (que comentábamos hace poco con un artista amigo mientras visitábamos una muestra de arte joven, llena de muñecos de “todo por dos pesos”, dragones chinos, Mickeys, pintados de negro, ropa prolijamente bordada con imágenes de vírgenes y fotografías intrascendentes)- de que es imposible distinguir hoy si esos artistas jóvenes son de Taiwan, New York, París o Buenos Aires porque todas las muestras son iguales y cuando uno ve una nueva le parece que ya la visto cincuenta veces en los últimos meses?
Jean Paul Sartre decía –cito de memoria, puedo equivocarme- que finalmente “somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. El problema, me parece es que gran cantidad de estos “jóvenes artistas” ni siquiera sospechan lo que han hecho –y siguen haciendo- con ellos, porque claro, el pensamiento crítico y la reflexión son antigüedades, lo que prima es la velocidad. Cité a Sartre, y no casualmente, porque es un pensador un tanto ninguneado hoy día, un poco olvidado porque, -justamente- nada más contemporáneo que barrer bajo la alfombra lo que molesta, lo que cuestiona el imperio de los peluches. Sartre era un pensador de la libertad, pero no de esta libertad de plástico en la que viven los jóvenes hoy – salvo excepciones, que ya he dicho antes, las hay muchas y saludables-. Y bien dice Berardi que la uniformización de la sensibilidad y del imaginario mundial que han conseguido las corporaciones es muy superior a la que conseguían antaño la Iglesia Católica o el Islam. Esas instituciones imponían sus imaginarios por la fuerza; todos sabemos lo que significaba en ciertas épocas ser mal mirado por la Santa Madre Iglesia: terminar como brochette o pollo al spiedo. Al poder no le hace falta eso hoy, el poder nos quiere vivos, descerebrados y consumiendo, consumiendo rápido, cada vez más rápido para que la desaforada máquina de producción de mercancías no se atasque. El arte está plenamente integrado en ese sistema. Es indiscernible de él. Seguramente muchos de los que leen estas líneas –sobre todo los más jóvenes- pensarán que mis planteos son nostálgicos, anacrónicos, pero no, no lo son. Yo creo que no se puede volver atrás, ni siquiera es deseable, porque el atrás siempre está idealizado y en realidad no fue nunca tan bueno como se cree. Pero por otro lado creo que no hay muchas formas diferentes de ver el mundo (en principio se me ocurren dos, una ingenua y otra reflexiva) y que el pensamiento sigue siendo uno de nuestros atributos –por ahora- y quizás el más importante. Estaría bien que pudiéramos aplicarlo al mundo en el que vivimos, que fuéramos más conscientes de “lo que hacen con nosotros”,
Creo que vale la pena explicar el significado del título del libro: “Generación post-alfa” significa “Generación post alfabética”, en la contratapa está explicado de la siguiente manera:

(…) La primera generación que aprendió más palabras de una máquina que de su madre está hoy en escena ¿Cuáles son las características esenciales de su formación? ¿Cuál su horizonte de conciencia posible? ¿Qué formas de subjetivación ponen en juego? (…)
(…)La crisis de la transmisión cultural en el pasaje de las generaciones alfabético-críticas (las de la modernidad) a las generaciones post-alfabéticas y configuracionales. La dificultad de la transmisión cultural no se reduce a una incapacidad de transmitir contenidos ideológicos o políticos, sino en la imposibilidad de poner en comunicación mentes que funcionan según formas diferentes y a menudo incompatibles (…)


Bastante claro, pero pasemos a otros fragmentos. En la página 187 dice:

(…) La aceleración produce un salto antropológico, psíquico y lingüístico. ¿En qué condiciones se produce ese salto? Las tecnologías de la mente no son propiedad común de todos los seres humanos, sino propiedad privada de unos pocos grupos económicos mundiales extremadamente poderosos. Estos grupos se han vuelto capaces de canalizar la atención, el comportamiento, las expectativas, las elecciones de consumo y las elecciones políticas.
Poder y mutación son dos procesos que se entrelazan, porque la mutación cognitiva construye un sistema específico de sujeción de la mente colectiva. Sobre ese modo de sujeción se construye el poder de nuestro tiempo (…)

Pasamos a la página 190:

(…)La recombinación barroca posmoderna estaba produciéndose en esos años (los 80) gracias a la difusión mediática de los productos culturales occidentales concebidos para producir deslocalización cultural, desarraigo y fusión de estilos. En esos mismos años da comienzo la extensión de las computadoras personales. La generación nacida en esos años puede considerarse la primera generación videoelectrónica.
En 1984 la psicóloga Patricia Marks Greenfield observó que la imaginación creativa tiende a disminuir cuando la televisión ocupa el lugar principal en el universo mediático. Para demostrarlo citaba un experimento realizado en Canadá en los años 70 en una ciudad en la que los investigadores pudieron seguir el comportamiento de un cierto número de niños antes y después de la difusión de los televisores en su comunidad.
La capacidad de pensar creativamente se atrofia, pero se adquieren nuevas competencias de lectura y de orientación en un universo semiótico predominantemente imaginario, de manipulación semiótica compleja y de elaboración de señales de velocidad creciente.(…)

Página 191:

(…) El número de palabras que usa un ser humano de la primera generación videoelectrónica (un chico de formación mediana) está cerca de las 650, frente a las 2000 que usaba un coetáneo suyo veinte años atrás(…)
No se trata de juzgar las competencias cognitivas de la nueva generación, sino de interpretarlas. Cualquiera que pretenda comunicarse con la nueva generación videoelectrónica debe tener en cuenta como funciona el cerebro colectivo postalfabético, teniendo en cuenta la advertencia de Mcluhan: en la formación cultural el pensamiento mítico tiende a predominar sobre el pensamiento lógico-crítico..
Pero hay aspectos que Mcluhan dejó de lado. La dimensión de la afectividad y de la emoción parece escaparse del discurso de los teóricos de los medios. Sabemos lo que está sucediendo en la esfera afectiva y psíquica de la generación videoelectrónica. Sin citar los casos extremos de violencia homicida que en los últimos años han sacudido a la opinión pública y al sistema educativo, no sólo en los Estados Unidos. Basta pensar que en ese país cerca de cinco millones de niños y niñas toman todos los días un fármaco llamado Ritalin para curar los llamados trastornos de atención. Cualquiera que por dedicarse a la enseñanza trate con niños sabe que en esta generación los tiempos de concentración sobre un objeto mental tienden a reducirse progresivamente. La mente trata en seguida de desplazarse, de hallar otro objeto. La transferencia rápida procede por asociación y sustituye a la discriminación crítica.

Página 192:

(…) Nunca en la historia de la evolución humana, la mente de un niño estuvo tan sometida a un bombardeo de impulsos informativos tan intenso, tan veloz y tan invasivo. ¿Cómo puede pensarse que esto carezca de consecuencias?
El aspecto más misterioso e inquietante es la mutación que afecta a la esfera de la emoción. La transmisión del lenguaje siempre ha tenido relación con la carnalidad. El acceso al lenguaje ha sido siempre acceso a la esfera de la sociabilidad. Lenguaje y sociabilidad siempre han estado mediados por la afectividad, por la seguridad y el placer que proviene de lcuerpo de la madre. Pero el cuerpo de la madre ha sido sustraído, separado y alejado del cuerpo del niño en las últimas generaciones. En las condiciones creadas por el capitalismo liberal y por la privatización de los servicios sociales, las mujeres se vieron forzadas a asumir situaciones de doble trabajo, de estrés psicofísico, de ansiedad y de empobrecimiento afectivo. La presencia de la madre fue sustituída por la presencia de máquinas que se han entrometido en el proceso de transmisión del lenguaje.(…)

(…)La emoción y la palabra tienden a escindirse en esa situación. El deseo crece en una esfera cada vez más separada de la verbalización y de la elaboración cosciente y comunicable.
Las emociones sin palabra alimentan la psicopatía y la violencia. No se comunica, no se dic, no se pone bajo una mirada compartida. Se agrede, se estalla.
Las palabras sin emoción alimentan una sociabilidad cada vez más pobre, reducid a la lógica del dar y el tener (…)

Berardi cita los casos recientes de masacres escolares y universitarias en EE. UU. Y recomienda películas tales como “Elefante” de Gus Van Sant – película, dicho sea de paso, más que recomendable-. También desarrolla en otros capítulos esta problemática de la desconexión lingüística con relación a la sexualidad en los adolescentes contemporáneos y además la creciente relación entre pornografía y tortura ( ¡qué temita para Bataille!) en las sociedades contemporáneas más desarrolladas poniendo como claro ejemplo las torturas y humillaciones sexuales infligidas por soldados de Estados Unidos, -algunos de ellos mujeres- a prisioneros iraquíes y que fueron filmadas por los mismos ejecutores.
En el capítulo titulado “Splatterkapitalismus”, pág. 119, Berardi describe la cara criminal del capitalismo contemporáneo y explica cómo el sistema se ha transformado en un enorme productor de desperdicios, en todo sentido, también en el sentido de gente convertida en desperdicio, en cosa desechable. En la pág. 127 (y les juro que es lo último que transcribo), dice:

(….)Las formas de civilidad social y los derechos humanos que se han afirmado durante la época moderna constituyen reglas que la desregulación debe eliminar. Las convenciones culturales y jurídicas establecidas durante la modernidad por el derecho burgués van siendo erradicadas una tras otra por el avance de la desregulación capitalista.


Por esto el capitalismo se ha transformado en un sistema criminal y continuamente trabaja en expandir la esfera de pura violencia en la que su expansión puede progresar sin límite alguno.
Splatterkapitalismus: fin de la hegemonía burguesa y de la universalidad iluminista del derecho.
El crimen no es más una función marginal del sistema capitalista, sino el factor decisivo para vencer en un cuadro de competición desregulada. El chantaje, la violencia, la eliminación física de los adversarios, la tortura, el homicidio, la explotación de menores, la inducción a la prostitución, la producción de instrumentos para la destrucción masiva, la utilización delictiva de discapacitados se han vuelto técnicas para la competencia económica. El crimen es el comportamiento que mejor responde al principio competitivo (…)


Les aseguro que el libro es recomendable de principio a fin. ¿Podemos separar la naturaleza del arte contemporáneo de estas descripciones del mundo contemporáneo?
¿No es absolutamente lógico que un sistema perverso y criminal que crea cada vez más horror, exclusión y guerras necesite un arte absolutamente banal, ingenuo, adocenado….cómplice en suma? Y estos teóricos que escriben en nuestros suplementos culturales ensalzando ese arte de peluches y manga o que nos cuentan lo maravilloso que será el mundo gracias a Internet ¿son ingenuos, tontos…o cómplices a sueldo?
¿Son estas preguntas pertinentes? Yo creo que sí. No se ustedes.

Ahora los dejo porque me voy al once a comprar unos peluches.
Hasta la próxima

El Pato Lucas.