martes, 1 de abril de 2008

ACERCA DE LOS CRÍTICOS

Hola a todos:

Quiero compartir con ustedes un texto que considero una pequeña joya. Espero que los críticos no se ofendan; supongo que los que tengan sentido del humor no lo harán. ¿Hay críticos con sentido del humor?

Bueno, transcribo a continuación un fragmento del libro "Diccionario de las artes" del escritor español Félix de Azúa, editorial Anagrama, pag. 112.:

"Crítico. No confundir con el sabio ni con el profesor.
El sabio es aquel que trata de conocer la razón de ser y el fundamento de las cosas en general y del mismo ser en particular. En el terreno del arte busca, por ejemplo, cuáles son las causas profundas de una actividad humana tan distinta de todas las demás. Y quiere averiguar, incluso, si de verdad es tan distinta. Las obras de arte son, para el sabio, signos de un jeroglífico del tamaño del universo, y los productos artísticos, palabras de una narración cuyo comienzo se sitúa en las cavernas y cuyo final posiblemente se sitúe en el mismo lugar.
El profesor es mucho más fácil de reconocer. Habita en la universidad y sabe algunas cosas. Suele tener un campo de conocimientos muy discreto pero macizo. En el terreno del arte conoce bien, por ejemplo, la influencia de las vacas sobre la Escuela de Barbizón o la actividad de los ceramistas valencianos del siglo XIII. Si se le empuja fuera del campo específico de sus conocimientos, muestra un atroz desconcierto. Las obras de arte son para él la leña con la que enciende su estufa para no morir de frío en las largas noches de invierno.
Pero el crítico es un individuo de especie distinta. Hasta hace relativamente pocos años sólo se conocían dos tipos de crítico.; el de toros y el de teatro. Luego se han multiplicado y en la actualidad hay críticos de libros (casi todos dedicados obsesivamente a la novela), de cine, de televisión , de fútbol, de alta costura, de gastronomía, de conciertos y de todo lo imaginable. En un periódico de Madrid hay incluso un crítico de misas.(...)

El crítico a diferencia del sabio que lo sabe todo y del profesor que sabe algo, no sabe absolutamente nada, pero está informado. Su información le permite dar cuenta (a favor o en contra, nunca objetivamente, nunca informativamente) de lo que se va produciendo. Su información atiende a lo actual: es un experto en actualidades. Si una obra de arte le parece actual dice que es buena; si le parece inactual dice que es mala. Con ello consigue alabar sólo aquello que carecerá de interés al cabo de un par de meses.
Este fenómeno, a saber, que todo lo alabado por la crítica es transitorio y carece del menor valor no actual, y que casi todo lo denigrado y olvidado por la crítica tiene posibilidades de permanecer (pero tampoco todo: no hay que darse facilidades), constituye un tópico de la modernidad desde Baudelaire, comprobado en miles y miles de ejemplos, y muy bien argumentado por pensadores y sabios como Walter Benjamin o Mrtin Heidegger. Pero no ha hecho perder ni un centímetro de poder, ni un gramo de aplomo a los críticos, sino todo lo contrario. ¿Por qué?
Está muy bien explicado en los artículos de crítica de Baudelaire, uno de los mejores críticos que jamás hayan existido y cuyos errores (declarar a Constantin Guys como el mejor pintor del momento y no mencionar a Manet, por ejemplo) son también de los mejores que ha producido la crítica.
Baudelaire se percató de que la crítica es la verdadera constructora del puro presente y que, por lo tanto, el crítico habitaba en la más completa instantaneidad o vacío.El crítico, uno de los pilares del periodismo, es el sustentador de la nada cotidiana, la cuál, de no ser por el crítico y los periodistas tendría dificultades, tendría dificultades para ser percibida. El crítico es una criatura del nihilismo, con mando en el mantenimiento de la nada. Es uno de los mayores fabricantes de nada, en una sociedad con un insaciable apetito de naderías.
Este juicio, que no es un juicio crítico, fue más tarde desarrollado con brilñlantez por uno de los más grandes periodistas modernos, Karl Krauss. Construír la nada, el abismo del puro instante presente, como lo verdaderamente esencial, ocultando de este modo la temporalidad y lo real, tal es la titánica obra del crítico y del periodista. Krauss sin embargo, por ser el mismo un crítico y un periodista, no podía ni imaginar que esa ocultación iba a ser lo único real de nuestras sociedades.
No se vea en lo que digo un reproche o una queja. Es una mera constatación. También este libro que el lector tiene la misericordia de estar leyendo es un libro de crítica y de periodismo. Es muy difícil, en estos tiempos nuestros, no haber cometido alguna vez actos de crítica y de periodismo en algún mpomento y por las razones más raras. El vacío lo sustentamos todos y la acusación general contra "los periodistas" olvida muchas veces que periodistas son también quienes leen periódicos. Incluso más.
El poder que han acumulado los críticos y los periodistas en los últimos treinta años no es sino la constatación de que su labor ha tenido un éxito rotundo y en este momento son los críticos de las diversas artes, sin duda, quienes construyen las artes, y los periodistas quienes construyen la realidad. Y no hay más arte ni más realidad que la por ella sancionada.(...)

De hecho, los críticos y los periodistas se habían convertido a su vez en artistas, o los artistas se habían convertido en críticos y periodistas e iban por esos mundos predicando la moral artística, aveces a favor de unos, a veces a favor de otros, siempre a favor de si mismos. Uno de los últimos representantes de aquella crític, Beuys, que hizo un poco de todo, desde comunismo a ecologismo, pero siempre del modo más aburrido posible, logró sobrevivir hasta los noventa y todavía quedan moralistas que lo toman al pie de la letra.
Pero se trata de una excepción; la abundancia dineraria de los años ochenta había ya transfigurado a aquellos críticos y periodistas metidos a conceptuales, minimalistas e instaladores. El regreso del dinero y de la pintura , gracias a la brocha de los italianos y alemanes neoexpresionistas y neofigurativos, siempre neo-algo para que se advirtiera que estábamos de nuevo ante una novedad, inspiró a los críticos de la noche a la mañana y los convirtió en directores de galerías y museos.
Vender pintura en los años ochenta ya no era pecado, de manera que los críticos podían volver a ejercer su control de calidad, pero habían ganado tanto pòder en los últimos veinte años como para exigir el ejercicipo de ese control cobrando un porcentaje de las ventas y tomando para sí todo el protagonismo mediático, una palabra que se inventó en aquellos años. Así aparecieron los críticos mediáticos para ampliar al campo de la televisión su ya enorme poder. Organizaron exposiciones en los museos y en las galerías, encargaron miles de catálogos, organizaron exposiciones para los ayuntamientos y diputaciones, municipios y condados, firmas de bolsos y compañías aéreas, encargaron miles de cat´´alogos. Salieron en todas las televisiones con el catálogo en la mano. O con el pintor en una mano y el catálogo en la otra.
El último capítulo de esta historia, a saber el derrumbe financiero de los años noventa al que tanto contribuyeron los críticos, los catálogos y los periodistas, no ha concluído todavía, pero puede describirse el nuevo avatar de los críticos y periodistas diciendo que los mejor colocados han pasado a dirigir grandes consorcios financieros y todos los demás son ahora funcionarios del Estado a quien aconsejan en materia cultural y artística. Siguen haciendo catálogos. (...)"

Fin de la transcripción. El texto continúa y he omitido también algunos fragmentos en el medio. Espero que no les resulte demasiado extenso.
Todo el libro es recomendable, lleno de ironía. Léanlo.

Laura ¿Dónde estás?

Un abrazo para todos.
El pato Lucas.

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

Francamente genial. Gracias por compartirlo.